Reflexionando en el tiempo: Del primer Domingo de Ramos al presente

Desde la primera Semana Santa de la historia -aquella Semana de la tercera década del siglo I dC, que vivió y padeció Jesús de Nazaret-, el sexto Domingo del tiempo de Cuaresma, los cristianos celebramos la llegada triunfal de Jesús a Jerusalén.

Hoy iniciamos con toda solemnidad una nueva Semana Santa, y lo hacemos con la celebración del Domingo de Ramos.

A nivel litúrgico nos encontramos las dos tradiciones que dieron origen a esta celebración:

  • La del alegre y festivo recuerdo de la llegada de Jesús a Jerusalén;
  • La triste memoria de su Pasión.

¿Qué ocurrió el primer Domingo de Ramos?

El primer día de la semana, Jesús llegó a Jerusalén como todo buen judío, para pasar allí los días que duraba la Pascua judía y cumplir con el ritual de visitar el Templo.

La tradición de acudir al Templo para festejar la Pascua judía, era celebrada por el pueblo hebreo desde la época del rey Josías (s.VII aC). Esta era una festividad muy importante para todos los judíos, pues en ella celebraban el paso de la esclavitud en Egipto, al paso de la libertad a la que Moisés les guio. Durante toda esa semana, Jerusalén sería un hervidero de personas procedentes de todos los rincones del país.

 Jesús llegó montado en un borrico, dando cumplimiento a lo que recogían las escrituras veterotestamentarias (1Rey.1,33-40 y Za.9,9), y es recibido en medio de un gran júbilo y gritos de aclamación, pues sus contemporáneos esperaban que llegase a ser el nuevo rey de Israel, el libertador. Y por eso gritaban a pleno pulmón:

¡Hosanna!

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

¡Hosanna en las alturas!

Pero aun a pesar de los gritos y gestos de alegría, aquellas gentes no fueron capaces de captar el mensaje que Jesús les estaba transmitiendo al llegar a ellos montado en un sencillo borrico: los guerreros y las personas poderosas montaban a caballo, mientras que las gentes humildes y de paz, usaban unas cabalgaduras mucho más modestas y acordes con su misión.

Toda esta escena queda configurada en Totana en nuestras dos procesiones parroquiales. Y, si nos detenemos y analizamos con detenimiento este episodio ocurrido hace ya 20 siglos, nos encontraremos con que hoy, adaptado al momento presente, se sigue repitiendo la historia.

La celebración litúrgica del Domingo de Ramos.

La celebración de este Domingo consta de tres momentos, que forman un todo:

  1. La Bendición de las palmas y ramos. (La tradición indica que los ramos y palmas se conserven después en casa, como signo que nos recuerda durante todo el año, que Cristo ha vencido a la muerte).
  2. La Procesión desde el lugar de la Bendición hasta el lugar en el que se celebrará la Misa de este día.
  3. Celebración de la Misa en la que se proclama la Pasión de nuestro Señor Jesucristo.

El color litúrgico del Domingo de Ramos es el rojo, color que simboliza la sangre y la fuerza del Espíritu. Este color nos habla del martirio de Jesús, pero también simboliza el fuego ardiente del amor de Dios. Dicho de otro modo, el color rojo une la Muerte de Jesús con su Resurrección.

¿Cómo nos preparamos para celebrar el Domingo de Ramos en Totana?

Nuestra “procesión de los Ramos” simboliza la llegada de Jesús al pueblo totanero, el cual sale alegre a su encuentro, lleno de gozo y de júbilo. Y no lo hace de cualquier manera, sino que lo hace mediante la gran preparación que lo caracteriza, y a la que le añade el decoro y la elegancia que le corresponde a tal acontecimiento.

Este día, la tradición popular “obliga” desde antiguo (cariñosamente hablando) a estrenar prendas de vestir, pues la solemnidad de la ocasión lo merece. Y aquí juegan un papel muy destacado nuestras madres y esposas, pues ellas, con todo su cariño y entrega, dedican muchas horas para que todo esté listo y preparado para cuando llegue este gran día.

En aquellos días, en Jerusalén se congregaban gentes procedentes de todos los lugares, al igual que en Totana ocurre durante toda la Semana Santa, pues los totaneros que viven en la “diáspora”, acuden a compartir estos momentos de encuentro y reflexión con sus familiares y vecinos. Y también se acercan con interés muchos foráneos, para conocer el mensaje que sobre Semana Santa transmite Totana en estos días.

De la Jerusalén del siglo I dC, a la Totana del siglo XXI.

En la celebración del Domingo de Ramos, encontramos dos importantes elementos simbólicos que todos los cristianos en general, y los nazarenos en particular, debemos de tener muy presentes durante la Semana Santa:

De entrada, nos encontramos con el primer mensaje que el propio Jesús nos transmite: llega montado en un sencillo borrico. Con este gesto nos está transmitiendo que todos los adornos y la pompa con la que con tanta frecuencia nos solemos revestir los cristianos, no son lo esencial ni lo verdaderamente importante.

El otro elemento simbólico es el que encontramos en el término Pascua, pues mientras que los judíos celebraban en ella el paso de la esclavitud a la libertad, Jesús nos invita a través del Misterio de su Pasión y Muerte, a descubrir el verdadero significado de la PASCUA: el paso de la muerte a la Vida.

Estos dos elementos deben recordarnos que los nazarenos no podemos olvidar en ningún momento, que nuestras procesiones de Semana Santa son actos de fe que se hacen en la calle, y que su finalidad principal es la de aportar al pueblo totanero, una valiosa catequesis en la que se nos mostrarán a través de las numerosas imágenes y tronos, los momentos más significativos de la Pasión y Muerte de Jesús.

Durante estos siete días, se nos presentará una oportunidad idónea para profundizar en nuestra vida interior y en nuestras relaciones con Dios, a través de la meditación de la Pasión de Jesucristo, de la oración y de la participación de la liturgia de los Oficios durante el Triduo Pascual.