El "Lunes de los Frailes" en Totana: Tradición, devoción eucarística y memoria franciscana

El conocido "Lunes de los Frailes" de Totana es una celebración en la que la fe, la historia, la tradición y la cultura popular se entrelazan de forma armoniosa. Se celebra cada año el lunes siguiente a la Solemnidad del Corpus Christi, y constituye una auténtica prolongación del misterio del Corpus, enriquecida por la memoria viva de la espiritualidad franciscana y la participación activa de la comunidad, especialmente de los niños.

Fuera de Totana esta celebración es muy poco conocida, pero merece destacarse por razones fundamentales: cuenta con una especie de “denominación de origen”, y posee un valor teológico y pedagógico excepcional.

El propio nombre “Lunes de los Frailes” nos remite directamente a la presencia franciscana que dio origen a esta tradición, indicando que esta procesión del Santísimo encuentra en el carisma de San Francisco su raíz espiritual: la humildad, la adoración al Sacramento y la cercanía al pueblo sencillo.

1.- El origen histórico y la raíz franciscana de este día.

Para comprender el sentido del “Lunes de los Frailes”, es necesario remontarse a los albores del siglo XVII, cuando los Franciscanos Alcantarinos se establecieron en Totana en el año 1602. Apenas dos años después inauguraron en Totana el convento de San Buenaventura, acontecimiento que marcó un punto de inflexión en la vida espiritual del municipio.

Desde entonces, la orden franciscana dejó una huella imborrable en la piedad popular de Totana, en especial en su amor a la Eucaristía y su estilo sencillo y cercano.

1.1.- ¿Quiénes fueron los frailes alcantarinos?

Los frailes alcantarinos, pertenecían a una rama reformada de la Orden fundada por San Francisco de Asís. Se caracterizaron por seguir una estricta vida de austeridad y recogimiento impulsada por San Pedro de Alcántara en el siglo XVI.

Estos religiosos llegaron a Totana a comienzos del siglo XVII. Dos años después, en 1604, ya habían fundado el Convento de San Buenaventura en el barrio de Triana, para dar respuesta a la creciente necesidad espiritual de la población local.

Durante más de dos siglos, desempeñaron un papel clave en la vida religiosa del municipio, hasta que fueron exclaustrados con la Desamortización de Mendizábal en el siglo XIX. Y aunque su presencia directa desapareció, su legado espiritual perduró en el tiempo, pues el Convento pasó a los Frailes Capuchinos y, posteriormente, su iglesia conventual, se transformó en la actual Parroquia de las Tres Avemarías.

1.2.- El devenir del Convento franciscano de Totana.

Como se ha indicado anteriormente, el Convento de San Buenaventura de Totana fue fundado y edificado por los Franciscanos Alcantarinos entre 1602 y 1604. Desde ese mismo momento, se convirtió en referente espiritual para la vida cotidiana del municipio.

A lo largo de los siglos, su devenir no ha estado exento de los avatares de la historia. En el año 1810, ante la invasión de las tropas napoleónicas, los frailes se vieron obligados a abandonar el recinto. Aunque no se tiene constancia de saqueos violentos, en un contexto de ocupación militar es probable que se produjera la sustracción de objetos litúrgicos y mobiliario, siguiendo el patrón de expolios característico de la época.

Años más tarde, en 1835, el convento fue exclaustrado como parte de las medidas de desamortización impulsadas por el Estado (las tristemente célebres desamortizaciones de Mendizábal). La comunidad franciscana se vio obligada a abandonar el edificio, y gran parte de sus terrenos, mobiliario y objetos litúrgicos fueron vendidos o dispersados, lo que marcó el inicio de un prolongado periodo de abandono y deterioro.

Esta situación se mantuvo hasta 1899, cuando el inmueble fue recuperado y cedido a la orden de los Frailes Capuchinos, quienes le dieron nuevos usos: primero como colegio en 1900, y posteriormente como parroquia a mediados del siglo XX.

Para poder profundizar en cómo fue el transcurrir de la vida de los Capuchinos en Totana durante sus cuatro primeras décadas, recomiendo consultar la obra que publicó el Padre Pedro Hernández (obra que cumple ahora 25 años), en la que ofrece una visión detallada de su vida y labor en la comunidad local, así como del contexto histórico y social en el que desarrollaron su actividad:

Hernández Cañizares, P.: “Los frailes capuchinos en Totana: 1899-1936”, Totana (Murcia), 2000, 3 volúmenes, Imp. Gráficas Villanueva Pérez S.L.

2.- Prolongación del día del Corpus Christi.

Litúrgicamente, el “Lunes de los Frailes” no figura como una solemnidad oficial recogida en el calendario de la Iglesia, pero se sitúa después del Corpus Christi, que es una de las celebraciones eucarísticas más importantes del año.

Teológicamente, se puede considerar una octava popular del Corpus, es decir, una forma de prolongar la adoración pública al Santísimo Sacramento en clave festiva y comunitaria. Como recordábamos ayer Domingo, desde sus orígenes, la festividad del Corpus se celebraba 60 días después del Domingo de Resurrección, es decir, en Jueves (pues este fue el día de la primera Semana Santa en la Jesús instituyó la Eucaristía). Y de ahí es donde surgiría la tradición de esta peculiar celebración totanera.

En este sentido, la procesión que se celebra hoy, expresa de forma visible una verdad profunda de la fe cristiana: Cristo permanece con nosotros en la Eucaristía, y es digno de alabanza, veneración y adoración no solo dentro del templo, sino también en medio del pueblo.

Aunque a fecha de hoy no contemos con un documento fundacional específico que marque el inicio del “Lunes de los Frailes”, sí existen referencias históricas que permiten situar su nacimiento en el siglo XVII. Por la documentación existente en Totana, podemos conocer que en ese mismo siglo surgió la Cofradía del Santísimo Sacramento, cuyo fin principal era rendir culto a la Eucaristía, y organizar actos relacionados con la devoción al Corpus Christi. Por lo que sería razonable suponer, que esta procesión del Lunes sea una extensión (o incluso origen) de esa devoción eucarística.

Pero más allá de la historia documental, la persistencia de esta tradición año tras año, incluso en contextos de dificultad social y/o religiosa, subraya la fidelidad del pueblo de Totana a su identidad cristiana. Y en el espíritu de toda esta tradición hallamos que la espiritualidad franciscana ha sido vehículo y sustento de esta celebración.

3.- Elementos simbólicos presentes en esta celebración.

Uno de los elementos más destacados del “Lunes de los Frailes” -y al igual que ayer en la procesión del Corpus-, es la participación de los niños y niñas que han hecho su Primera Comunión. Acompañan al Santísimo vestidos con sus bonitos trajes, y portando cintas que simbolizan el vínculo de amor con Cristo Eucaristía. Para muchos de nosotros, ver a los niños rodeando al Santísimo es un recuerdo imborrable que se repite cada año.

Desde un punto de vista pedagógico, el “Lunes de los Frailes” enseña a la comunidad, especialmente a los más jóvenes, que la fe se vive con los sentidos, con el cuerpo y en comunidad.

Entre los principales elementos simbólicos presentes en este día tenemos:

Además, el hecho de que esta celebración se mantenga viva desde hace siglos, sin necesidad de grandes aparatos mediáticos ni institucionales, es un testimonio del arraigo de la fe popular, que es, como decía el Papa Francisco, “la memoria del pueblo fiel de Dios”.

Para concluir: 

El “Lunes de los Frailes” es mucho más que una festividad con una gran carga histórica en Totana. Es una experiencia de fe viva que atraviesa generaciones, un ejemplo de cómo la devoción se encarna en las prácticas del pueblo y cómo las tradiciones populares pueden convertirse en escuelas de espiritualidad.

En un mundo que tiende a desvincular lo espiritual de lo cotidiano, esta celebración recuerda que Cristo camina con su pueblo. Y lo hace, en Totana, de la mano de los niños, en las calles adornadas, entre altares caseros y cantos sencillos, como un Dios cercano, humilde y presente.

Por eso, te invito a vivir y preservar esta fiesta con el corazón abierto, para que siga siendo un legado vivo que nos acompañe siempre. Cuidemos esta tradición como se cuidan las cosas sagradas: con cariño, con memoria, y con gratitud.

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