San Roque. Historia de una devoción popular

En Totana, la devoción y el afecto hacía San Roque forma parte de la memoria colectiva, de la fe transmitida por nuestros mayores y de las tradiciones que nos han dado identidad y que han marcado a generaciones.

Su ermita -erigida en sus orígenes a las afueras del casco urbano y sobre un punto elevado-, y las fiestas que cada año lo celebran, son signos visibles de una devoción que hunde sus raíces en siglos de historia, a la vez que testimonian la fe de un pueblo que ha sabido reconocer en este santo a un protector cercano y fiel.

Sin embargo, este santo que sentimos tan nuestro no se limita a Totana, pues San Roque es, a la vez, uno de los santos más venerados y universales del cristianismo. Su figura trasciende fronteras y se extiende por toda Europa y gran parte del mundo.

Su vida encarna el espíritu evangélico del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) y el mandato de Cristo: “Estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25, 36). La fuerza de su testimonio radica en haber hecho de la caridad heroica su camino de santidad, convirtiéndose en protector contra las epidemias y diversos colectivos.

1.- Sobre los orígenes y juventud de San Roque.

Roque de la Cruz nació en Montpellier (Francia) hacia 1295 o 1348, según las diversas tradiciones hagiográficas (Acta Sanctorum, Aug. II, 1738). Fue hijo de un gobernador de la ciudad y fruto de la súplica perseverante de sus padres, que habían hecho voto de tener un hijo. La tradición narra que al nacer apareció en su pecho una cruz roja, signo providencial de su vocación a la entrega total a Dios (Legenda Sancti Rochi, s. XV).

Con tan solo 20 años quedó huérfano. A partir de ese momento tomó una decisión fundamental en su vida: renunció a su suculenta herencia y, siguiendo el consejo evangélico (“vende lo que tienes y dalo a los pobres”, Mt 19, 21), distribuyó sus bienes entre los pobres y necesitados. Con ello abrazaba la vida de peregrino, con rumbo a Roma, pero abierto sobre todo al camino del servicio (Butler, Vidas de los Santos, 1958).

2.- La lucha de San Roque contra la Peste.

2.1.- La peste en Italia.

En el siglo XIV, Europa fue azotada por la llamada Peste Negra, que diezmó poblaciones enteras. En ese contexto, Roque llegó en su viaje como peregrino hacía Roma, a Aquapendente (Toscana), donde comenzó a asistir a los contagiados en un hospital. Con gestos sencillos: el signo de la cruz en la frente, la oración y el cuidado directo a los contagiados, logró curaciones que asombraban a la gente (Acta Sanctorum, Aug. II).

2.2.- Roma y otras ciudades.

En su peregrinación pasó por Cesena, Roma, Parma y Mantua, donde la peste remitía a su paso (Wadding, Annales Minorum, t. IX, 1735). En Roma, los fieles comenzaron a reconocerlo diciendo: “Ahí va el santo”. El eco de su caridad revelaba una fe que no se limitaba a lo extraordinario, sino a la fidelidad a Cristo sufriente en los enfermos (Legenda Sancti Rochi).

2.3.- San Roque contrae la peste: enfermedad, soledad y Providencia.

Pero de tanto estar en contacto con los “apestados”, San Roque terminó contagiándose de la cruel enfermedad. Cubierto de llagas y manchas negras, decidió retirarse al bosque para no ser una carga para nadie. Allí, refugiado en una cueva, experimentó el misterio pascual del sufrimiento, unido a Cristo doliente.

La tradición recoge dos símbolos providenciales:

  • El de un manantial de agua cristalina que brotó en el lugar para aplacar su sed.
  • El de un perro que diariamente le llevaba pan, signo de la providencia divina que no abandona a los suyos.

2.3.1.- El perro de San Roque.

Estando San Roque muy enfermo en la cueva del bosque, sucedió que un perro -llamado Melampo-, que pertenecía a una casa importante de la ciudad, comenzó a llevarle trozos de pan a San Roque.

El dueño de la casa observó que su perro todos los días salía con un trozo de pan en dirección al bosque, cosa que llamó su atención, pues era un perro que estaba muy bien alimentado y cuidado. Por eso, un día decidió seguirlo y, tras entrar en la cueva, encontró a San Roque en un estado muy penoso. Este importante señor, reconoció rápidamente a San Roque y se lo llevó a su casa, en donde le curó sus llagas y lo atendió durante todo el tiempo que estuvo enfermo.

3.- Prisión, muerte y culto a San Roque.

Tras una larga convalecencia, San Roque recuperó la salud y regresó a Montpellier. Sin embargo, al hallarse la ciudad en guerra, fue confundido con un espía y fue encarcelado. Pasó allí cinco años, consolando a los presos y ofreciendo sus sufrimientos por la salvación de las almas (Acta Sanctorum, Aug. II).

Murió en prisión en torno a los 32 años. Solo entonces se descubrió su identidad, reconocida por la cruz marcada en su pecho. El pueblo lo veneró de inmediato, y su tumba se convirtió en lugar de milagros y peregrinaciones (Legenda Sancti Rochi).

Algunos hechos históricos destacados:

  • El Papa Gregorio XIII estableció su festividad en el 16 de agosto.
  • El Papa Urbano VIII aprobó solemnemente su culto en 1629 y la Congregación de los ritos otorgó un oficio y una misa a las iglesias construidas en honor del santo.
  • En 1694, el Papa Inocencio XII instruyó a los franciscanos a celebrar su memoria con el doble rito mayor, lo que nos subraya la devoción especial que la Orden Franciscana ha tenido siempre hacia San Roque.

Su vida muestra cómo la santidad no depende de cargos ni ministerios, sino de una fe vivida en la historia concreta de los más pobres y marginados.

4.- San Roque y los Papas.

Algunos Papas han manifestado su veneración por este santo:

  • San Juan XXIII (1958-1963) lo llamó “siervo de Cristo en los apestados” (Discurso a las cofradías de Venecia, 16 dic. 1961).
  • San Juan Pablo II (1978-2005) invitó a sus devotos a ser “iconos vivos del Buen Samaritano” (Audiencia, 30 dic. 2000).
  • Benedicto XVI (2005-2013) concedió un Año Jubilar en Callosa de Segura (Alicante), subrayando su valor perenne como intercesor (Carta Jubilar, 2009).

5.- Patronazgos

San Roque es considerado patrón de múltiples personas y colectivos, especialmente relacionados con la salud y la protección ante enfermedades (de ahí que sus ermitas se sitúen en las afueras de las localidades, como ocurrió en Totana en el siglo XVII).

Es el patrón de los enfermos, los peregrinos y los cirujanos (y de los perros). También es considerado el santo protector contra las enfermedades contagiosas, especialmente la peste y otras epidemias.

6.- Conclusión

Recordar hoy a San Roque es volver a las raíces de nuestra identidad cristiana y cultural, reconocer la fe transmitida de generación en generación y asumir el compromiso de mantenerla viva.

En un mundo que todavía conoce pruebas y crisis, Totana sigue encontrando en San Roque un signo de esperanza y un camino para seguir viviendo la caridad y la fraternidad que lo hicieron santo.

¡Viva San Roque!

¡Viva Totana!

Detalle de la vidriera de San Roque en el Coro de su Ermita
Detalle de la vidriera de San Roque en el Coro de su Ermita
San Roque en su Erminta. Talla en madera policromada. Autor anónimo. Siglo XIX
San Roque en su Erminta. Talla en madera policromada. Autor anónimo. Siglo XIX
Este sitio web utiliza cookies para facilitar y mejorar la navegación. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso. POLITICA DE COOKIES